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TAMPAX

  • DBC
  • Jun 23, 2014
  • 15 min read

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Llegué a mi departamento aterrorizada, quería contarle a Sofía lo que me había sucedido. Subí las escaleras lo más rápido que pude y la encontré tomando un baño de tina con un chafo en la mano y un par de velas baratas encendidas, de esas que hay en la tienda de dollar

Sofía era mi roommate y es de aquellas personas que ve un lado chistoso en todo. Hasta hoy es una de mis mejores amigas y puedo decir que es una de las mujeres más promiscuas que he conocido.

Ya casi sin respiración le conté mi problema: “Sofía me estaba pegando un polvo con el Nick y el condón simplemente desapareció”.

Ella para variar comenzó a reírse como si mi vida fuera una comedia y me dijo: “¡Qué bestia chiquitina a ti si que te pasa cada cosa…! ¿no será que te lo comiste?” Esto lo decía entre risa y risa, y yo, que también me empecé a reír, le dije: “¡No, ve lo buscamos por todo lado y nunca lo encontramos!”. Hice una pausa, miré a Sofía que no paraba de reírse, y le dije con tono de queja y super seria: “¡Ya Sofía, no es chiste!”

En eso oímos que la puerta principal se abría, era Luisa que llegaba a lavar la ropa en nuestro departamento, ella no tenía lavadora ni secadora en el suyo, o por lo menos, esa era la excusa que usaba, porque apenas llegaba se olvidaba de la ropa en algún rincón y se dirigía directo al bar a ver que botella de vino se tomaría esa tarde. Sofía y Luisa eran inseparables y juntas eran como el mismísimo demonio.

“Ya llegó la alegría del hogar”, anunció Luisa apenas entró al departamento, Sofía gritó desde el segundo piso entre risas: “¡A Dee se le perdió el condón!” Luisa empezó a reírse mientras subía las gradas…. Claro, en ella eso no era nada raro, Luisa se reía por todo, y más aún cuando se ponía nerviosa.

Antes de que Sofía empiece a inventarse y a burlase más de mi situación le explique a Luisa mi tragedia, y ella me preguntó con tono de preocupación: “¿No será que se te quedó adentro?”. Casi con un ataque al corazón le dije en voz baja y con ojos de pánico: “¿Y ahora qué hago?” Luisa se sentó en la esquina de la cama de Sofía cruzo las piernas y como una experta me dijo: “Métete el dedo y sácatelo”.

Yo abrí los ojos como dos platos soperos y le dije en voz alta: “¡Está loca!” Entonces ella sin perder la compostura y con la paciencia que le caracterizaba me contó que un novio que tenía hace mucho tiempo, le había introducido una bincha en su cosa; al parecer Sofía tampoco había oído esa anécdota, porque las dos teníamos los ojos abiertos como búhos; Sofía por fin dijo: “¡Loca, vos si eres el colmo!”

A Luisa pareció no importarle el comentario y prosiguió con la historia: “Llegué a la casa y mi novio me llamó por teléfono, me preguntó si me había dado cuenta que me había metido una bincha de esas de bolas en mi cosa”. Sofía no paraba de reírse y le preguntó: “¡Y vos le dijiste que tu cosa no es bolsillo de payaso!”

Luisa contestó muy seria: “No… yo le dije que no la había sentido para nada, pero me metí el dedo y la sentí, jalé y la saqué”

Yo estaba en shock y me parecía una de esas historias sin final feliz , esas historias donde el final era definitivamente peor que el comienzo.

Sofía no paraba de reírse y nos decía que éramos, no solo unas zorras, sino, las más zorras, que éramos el colmo y un asco: “¡Quedarse con algo metido ahí…!”.

Agarró un cepillo de pelo y comenzó a peinarse exageradamente mientras hacía como si buscara algo, y dirigiéndose a Luisa le dijo: “Ábrete de patas Luisita que se me perdió la bincha”

Yo me empecé a reír, Luisa solo sonrió sarcásticamente. Entre Luisa, Sofía y yo había una relación de insultos, era como si mientras más nos insultábamos más nos queríamos.

Después de semejante relato, con la tranquilidad más grande, Luisa regreso a ver a Sofía y le preguntó que cómo así se estaba bañando a esas horas. Sofía mientras se untaba todas las cremas y los aceites que tenía nos dijo: “Chicas hoy yo me quiero portar es ¡MAL!”, lo cual en Sofía era una actitud muy usual y frecuente.

Se paró en una silla y como dando un discurso de graduación dijo: ”El Sky Lounge nos espera, así que chicas póngase traje de luces que va a ser una noche de zuzuruzu y cosocoro, habrá que beber whisky on the rocks hasta la última gota y por supuesto portarnos extremadamente putescas… eso sí, les pido de favor que esta noche no me hagan la foca!”.

Sofía siempre, y para todo, usaba las palabras “zuzuruzu y cosocoro” que hasta la fecha no tengo ni idea de qué significan; pero venían siendo útiles para explicar algunas situaciones muy frecuentes en nuestra ajetreada vida.

Luisa no dejo pasar ni un segundo, corrió a maquillarse y a buscar un traje de luces en mi closet; yo la verdad no tenía ganas de salir a ningún lado, en mi mente solo estaba la imagen del condón perdido y la urgencia de irme in so facto a comprar una pastilla Plan B, ya que al parecer Plan A deambulaba dentro de mi cuerpo…. Así que me puse pijama y me acosté en la cama de Sofía para acompañarlas mientras se ponían bellas; las dos modelaban haciendo poses tipo American Next Top Model. Cada una me preguntaba: “¿Luzco?” y yo, obligatoriamente, respondía: “Sí, luces”

Bellas y con trajes de luces, listas para la noche, se despidieron de mi y cuando ya estaban a punto de salir por la puerta, Sofía grito: “Creo que me acaba de bajar la regla… ¡No puede seeer!”, subió corriendo por las escaleras a mi cuarto y me pidió que le regale tres tampax, salió corriendo por las mismas, no sin antes aclarar: “Oye Dee ni pienses que regreso a las doce, ni así se me haga calabaza el tampax como a la cenicienta”, yo solo me reí y me despedí haciéndole señas con la mano.

A la mañana siguiente me desperté y me di cuenta de que estaba completamente sola en el departamento, lo que significaba que ninguna de las dos zorras habían regresado a dormir a la casa, y que probablemente el tampax estaba hecho calabaza; eso era muy común, como también era muy común despertarse un sábado por la mañana, generalmente después de una farra loca, y encontrar a un hombre extraño haciendo café en la cocina…

Llamé a Luisa para saber en donde habían terminado la noche, ella era un poco más responsable que Sofía en todo sentido, pero no por eso dejaba de ser la perfecta socia en el crimen, Luisa te apoyaba siempre, desde el comienzo y hasta el último momento, aunque sea en la cagada más grande, y al final hasta se echaba la culpa, con la teoría de que desde hace mucho tiempo a ella no le importaba lo que diga o piense la gente. Luisa me contestó el teléfono con voz de amanecida, yo le pregunté cómo pasaron, ella me contestó toda ronca: “Espérate me preparo un Alkaseltzer, después de un minuto de espera ya con otra voz me dijo: “Pasamos hermooooso, bailamos y tomamos shots de todo, y también te extrañamos”, hizo una pausa, imagino fue para tomar un poco de agua, y añadió: “Sofía se fue con unos negros de Cuba”, yo pregunté: “¡¿Con UNOS!?”, a lo que Luisa respondió: “¡Siii eran dos!... no me acuerdo bien si eran guapos pero lo que si me acuerdo es que tenían cara de buen polvo, por lo menos uno que estaba grandote… a mi si me dio miedo de los manes, pero tú sabes que la Sofía es toda hecha la hard core” Sofía le había increpado super seria: “Si vos no vienes, yo me voy y tu quedas pésimo” Luisa me aseguró: “Tu sabes que soy super acolite, pero esta vez si me ahuevé y me abrí del grupo”, yo sentencié: “¡Qué bestia Luisa, usted y la Sofía si rayan cuando toman shots! Ojalá llame Sofía para ver si sobrevivió la noche”.

Luisa me contestó super aludida por mi comentario de los shots: “Ay Dee no te me vengas a hacer la Virgen María aquí, con quien crees que estás hablando” oí que se abrió la puerta de entrada del departamento y le dije a Luisa: “No joda, vea le llamo más tarde porque que creo que acaba de llegar Sofía”

Me acerqué a las escaleras y vi a Sofía con cara de borracha, la ropa toda mal puesta, el pelo de amanecida, pero con una sonrisa de oreja a oreja, le quedé viendo y le dije: “¡Ve, Cenicienta cuéntame todo!”

Sofía sonrió aun más, respiró profundamente, tomó aire y me dijo: “ Te perdiste de la mejor farra… verás, verás, pero pon atención… unos morochos cubanos en el Sky Lounge, grandotes los morochos loca… o sea grandotes, bueno por lo menos uno…” Me hizo un gesto con las manos como describiéndome a Mike Tyson y continuó: “De una los morochos empezaron “¿Qué le brindo mami? que por aquí, que por allá” y es que nos pelaron el diente desde que entramos, y como aviones los morochos nos sacaron a bailar nos compraron unos diecisiete shots a cada una, con decirte que estos morochos me hicieron sentir que en el Sky Louge había barra libre, los tragos iban y venían, y tú sabes que eso a mi me encanta, pero como todo lo bueno se acaba, como a las dos de la mañana estaban cerrando el Sky Louge, y entonces me dicen los morochos que si quiero ir a la casa de ellos al after party… y como yo ya estaba pasada de copas les dije: “Ay suruyo usted solo dígame cual carro es el suyo”. Como eran dos y tú sabes que a mi no me gusta la montonera le dije a la Luisa que, de ley, tenía que acolitarme y no podía ahuevarse; pero ya sabes como es Luisa de maricona, y me dijo: “No Sofía, yo si no voy, esos negros se ven peligrosos” Dee tú sabes lo exagerada que es Luisa… imagínate decirles eso a los pobres morochitos tan generosos, han de haber venido desde Cuba en una de esas balsas que se van desarmando por el camino, así que hice una excepción, por esa vez, y me fui con los dos morochos“.

Yo exclamé: “Oye Sofi yo lo único que sé es que tu vida esta llena de excepciones” y me comencé a reír añadiendo: “Así que Luisa no quiso irse contigo… y qué le dijiste?”, “Tú sabes Dee como es Luisa… es una maricona, y obvio que les vio a los morochos grandotes y no quiso acompañarme, yo le dije que ella siempre quedaba pésimo y que en ese momento alguien tenía que quedar bien y obviamente para variar esa fui yo… Así que me fui con los morochos, ella se fue en taxi, creo que a su casa “.

Hizo una pausa para tomar un vaso de agua y prenderse un tabaco y continuó: “Bueno ya sabes, me subí en el carro de los morochos que tenían un BMW del año… mínimo son de esos morochos traficantes, ya tu sabes del hard core, o, como típico morocho, puro flash, porque el departamento no estaba tan bonito que digamos… En fin llego al departamento de los manes, y yo, ya locaza, me saco toda la ropa menos el hilo dental, ese anaranjado con bolitas rojas que me hace culazo, y me puse a bailar reguetón en pelotas todo lo que me quedaba de la noche ”. Yo entre risa y risa le pregunté: “¿Y los morochos que hacían mientras tu bailabas?” Ella casi antes de que termine me dijo: “Ve, esos morochos estaban felizotes, me decían: “Baila mami, muévelo mami”, y yo, más emocionada me ponía, hice hasta unas coreografías que solo ves en MTV3“, Sofía tenía la tendencia de pensar que todo el mundo estaba felizote con las cagadas que ella se mandaba, claro que esta vez, si creí que los morochos realmente estaban felizotes.

Pensé que esa era toda la historia; pero Sofía puso ojos de romance y añadió con voz de telenovela: “Llegando el amanecer y ya con la salida repentina del sol… ¿puedes creer que me enamoro de uno de los morochos? del más grandote, y entonces… hicimos el amor”.

Yo la miré con asco y le dije: “¿No disque estabas con la regla, zorra asquerosa?”, ella con cara sorprendida, como si hubiera ocurrido un milagro me respondió: “ ¡Cierto Dee, pero creo que se me cortó la regla, Diosito o el San Espedito querían que me pegue los polvos con el morocho y no una, sino DOS veces”

Yo con cara de sospecha le dije: “¡Qué bestia Sofía.. y a la final los morochos ¿cómo se llaman, qué hacen, porqué están aquí en Arizona?!” Sofía mientras buscaba el Nyquil que le hacía dormir un rato y levantarse fresca para poder seguir farreando, me respondió: “Dee hazme preguntas más fáciles, si con decirte que cuando me venía a dejar me dio su número de teléfono, y para no quedar mal preguntándole el nombre de nuevo, después de haber hecho el amor dos veces, lo guardé en mi celular como Papito, así que ya sabes, si llama Papito, es mi novio morocho de Cuba”.

Yo me reí mientras iba para mi cuarto, Sofía me gritó desde el suyo: “Dee a la final encontraste el condón”, y yo con voz triste y ya sin esperanzas contesté: “No, y ya ni me hagas acuerdo que me pongo super triste y paranoica…”

Esa tarde decidí salir de Shopping, esa ha sido siempre mi mejor terapia, y es que me siento un poco mejor después de comprarme un par de cosas nuevas. Estuve hasta las nueve de la noche comprando de todo, recorrí tienda por tienda dentro del centro comercial y justo cuando estaban anunciando que el centro comercial iba a cerrar, sonó mi celular, era nada más y nada menos que Sofía. Me llamaba desde una discoteca, no se le oía nada y tuve que pedirle que se meta al baño o que salga afuera y me vuelva a llamar; cinco minutos más tarde me llamó dándome la orden de ir a donde ella estaba ese mismo instante, porque según ella, todos los hombres estaban buenísimos, tanto que parecía un “Sausage Festival”, ese era el término que usábamos cuando en algún lugar había más hombres que mujeres.

Sofía me repitió varias veces que necesitaba refuerzos, Luisa y yo éramos siempre sus refuerzos, y hubo un par de ocasiones que ya estando las tres necesitábamos más refuerzos, era cuando comenzábamos a llamar a todas las amigas gringas que teníamos, y que, generalmente, nos hacían quedar pésimo porque a la final acababan la fiesta, siempre jurábamos entre las tres: “Nunca más les llamamos a las gringas”; pero ya pasadas de copas siempre les dábamos una oportunidad, que nunca fue positiva; Sofía siempre decía: “Es que las gringas no tienen la action, y de todo hacen drama… nada que ver con south american action ¡y qué me den un shot doble para una double action!”

Al haber llegado al límite de una de mis tarjetas de crédito me sentía mucho mejor, así que le dije: “Estoy ahí en treinta minutos, déjame me doy un retouch; tendrasme listo un vodka con redbull al estilo lemon twist” Llegue a la casa me cambié en menos de quince minutos, llamé a un taxi y salí por las mismas.

Cuando entré al bar vi un par de buenos prospectos de futuros ex novios, pero definitivamente necesitaba un vodka primero para poder amenizar; el vodka era la medicina que me convertía en dulce, amigable, sociable, en fin, la Dee que debería ser todo el tiempo si el mundo fuera perfecto.

Sofía estaba al lado del bar que quedaba cerca de la pista de baile, al verme gritaba haciéndome señas para que la vea, levantaba el vaso de vodka en una mano, y con el dedo índice de la otra mano lo apuntaba exageradamente, ella sabía que si había trago yo llegaría más rápido.

Sofía me dio un abrazo y gritaba de la emoción de verme con tanto énfasis que cualquiera diría que no nos habíamos visto en un par de años, pero es que Sofía es super sentimental y exagerada en los encuentros, las bienvenidas y despedidas, siempre llora, grita o se ríe incontrolablemente. Yo también me emocioné de verla y más aún de ver mi vaso de Vodka del cual, por supuesto, Sofía ya se había tomado la mitad.

Al acercarme a Sofía me llegó un olor pestilente, parecía que alguien se había tirado un pedo después de haber comido frijoles, la regresé a ver con cara de asco y le dije: “¡Oye, aquí apesta! ¿Dónde esta Luisa?” Sofía se tapó la nariz con un gesto de asco y me respondió: “La muy zorra se quedó en la casa porque estaba chuchaqui ; oye Dee esta vez si te voy a ser sincera, la man me ha decepcionado”.

Había tres formas de decepcionar a Sofía:

  • La primera era, no bajarse una botella completa después de abrirla.

  • La Segunda era, no hacer dueto con ella en el Karaoke a las cuatro de la mañana al son de todas las canciones de Alejandra Guzmán.

  • Y la tercera era, no salir a farrear aunque estés con el peor chuchaqui del mundo, porque Sofía tenía esta teoría: “para que no te afecte el chuchaqui, hay que seguir tomando”, y me decía: “Así como al toro, le vas domando, y ya después no te afecta… pero hay que tenerle domadito” Era una teoría en la que ella creía fielmente, porque hubo muchísimas ocasiones en que después de una noche de farrear como rock stars, me despertaba a las ocho de la mañana, con el sonido de la licuadora, y al bajar a la cocina veía a Sofía atareada preparando algo, al preguntarle qué tanto hacía, ella respondía con voz de fiesta mexicana: “¡MARGARITAS!”

Cada minuto que pasaba el olor se ponía peor, y comenté: “Parece que alguien se cago en los pantalones… ¡qué asco, apesta! ¿qué clase de gente están dejando entrar aquí? ¡bestia! en vez de chequear la cartera deberían oler a la gente antes de dejarle entrar ” Sofía, también, con cara de asco me dijo: “Ve, toda la maldita noche ha estado apestando, parece que aquí alguien se está pudriendo… si yo te iba a decir que te traigas uno de esos ambientadores de spray, pero ya mucha foca” Con una sonrisa le dije: “Mejor calla ve, misses ambientador, y anda a comprarme otro vodka que te tomaste la mitad del mío”

Ella sonrió, asintió con la cabeza y se fue caminado hacia el bar. Qué grande fue mi sorpresa al darme cuenta de que en el momento en que Sofía se alejó, dejó de apestar, y fui observando poco a poco, que por donde ella pasaba la gente ponía cara de asco.

Salí corriendo tras ella para asegurarme cien por ciento de que era ella la que emanaba tan desagradable olor… y ¡sí! era Sofía la que apestaba.

Me acerqué rápidamente y le dije en el oído: “Loca, vos eres la que te estas pudriendo” Ella me regresó a ver sorprendidísima y exclamó: “¡¿Qué!?”.

Como a una imbécil le repetí lo mismo tres veces, hasta que captó. Salió corriendo, y yo, esperando un rato, salí atrás, con un poco de distancia, para que los presentes no se vayan a confundir de quien era la que se estaba pudriendo.

A la salida del bar ella ya me esperaba sentada en un Taxi, yo no me paraba de reír y le preguntaba: “¿Loca te cagaste en los pantalones?” y ella bravísima pero también riéndose me decía “¡No ve, no seas imbécil, no es chiste!” mientras decía eso el taxista disimuladamente abría todas las ventanas.

Llegamos a la casa y subió lo más rápido que pudo al baño. Mientras yo destapaba un par de cervezas en la cocina escuché un: “¡¡¡DEEEEEE!!!” Subí corriendo con las dos cervezas en la mano, parecía ser una de esas situaciones nada agradables y definitivamente se iba a necesitar alcohol.

Sofía salió del baño en calzón y con una cosa larga en la mano color café con negro y me dijo: “Loca tenía el tampax adentro desde quién sabe cuando, ya casi estaba en la garganta”.

No podía creer lo que oía y veía, así que comencé a tomarme mi cerveza rapidísimo y le di una cerveza a ella, tenía toda la cara de necesitar algo más fuerte que cerveza, pero por el momento solo había cerveza, Luisa ya se nos había bajado todos los vinos.

Le dije con asco: “Ya bota esa cosa ve, y saca la basura; mínimo hasta los señores del departamento de sanidad pública al encontrar esa cosa vienen a ver quien fue la zorra asquerosa que botó semejante pestilencia ”

Sofía puso cara de que soy una retardada mental, pero hizo lo que dije y le acompañé afuera a botar la basura.

Lo raro fue que al regresar seguía apestando, así que le dije: “Ve loca, no sé si estás con alguna infección, o esta vez te cagaste; pero créeme cuando te digo que sigues apestando”. Ella me contestó: “Dee no seas imbécil”, pero la verdad era que sí olía, ella también se daba cuenta y se le veía realmente preocupada.

Al entrar en la casa abrimos dos cervezas más y yo prendí todos los ventiladores del departamento, puse ambientadores, prendimos velas de olores, pero nada; así que Sofía me dijo con voz preocupada: “Ve, voy a darme otra chequeadita por si acaso”.

Sofía entró al baño y después de unos minutos comenzó a gritar: “¡¡Qué asco, qué asco!!!”, abrió la puerta y tenía otro tampax pestilente, completamente negro, colgado en la mano y me dijo casi llorando: “¡¡Dee tenía otro adentro!!”

Yo empecé a reírme y ella me quedó viendo fijamente con ojos de furia y me dijo: ”Le puede pasar a cualquiera Dee, por lo visto yo me metí con el morocho en la mañana y me olvidé que estaba con el tapón de la noche”. Pero no aguantó la risa y añadió: “¡Qué bestiaaa con razón pensé que tenía el miembro tan largo!”.

No podía parar de reírme, mientras me abanicaba con una revista para no ahogarme le pregunté gritando: “¡¿Y cómo no te diste cuenta?! ¡Qué bestia!”, ella respondió: “Ve, no estaba en mis cabales ¡no te dije que estaba bailando reguetón por toda la casa de los morochos en pelotas!”.

A todo esto no se me ocurrió otra cosa que aconsejarle que se dé otra chequeadita por si acaso, ella lo hizo pero al parecer en sus entrañas ya no habían más sorpresas con olor a muerto.

Ya pasado el susto, y cuando su cuerpo ya no emitía ese desagradable aroma, se puso más tranquila y decidió prepararse un baño de agua caliente con té de manzanilla.

Muy seria me dijo “ ¡¡Hay hijita!! A ver si mis plegarias al San Espedito, unas cuatro aves marías, y este baño santo de manzanilla, me ayudan a recuperar la virginidad”.

 
 
 

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